Chocaba con el orden establecido desde su lenguaje del corazón. Locuras en parábolas ajenas a los intereses y el status quo. Desde un asno fornido, cruzaba las puertas de Jerusalén entre vítores con palmas perfumadas de desiertos. Era un sueño. Un anhelo de despertar espiritual con crucifixión para su propio necesario calvario. Jean Valjean cabalgaba en busca del juicio final. Avanzaba tras su Poncio político como instrumento terrenal. Sabia que atravesar las injusticias de este mundo. Purificarse con la indiferencia del poder detentado era necesidad. Requisito para elevarse a las prédicas eternas del paraíso celestial.
Mateo Levi, Marcos Brosman, Juan Kohen y Lucas Perlman acompañaban …