Dormí poco. Las expectativas de un nuevo y exótico destino cargado de misticismo y una milenaria historia inquietaba mis pensamientos. Tras el piloto decretar el descenso, volqué mi mirada hacia los cielos. Un amarillo y azul tenue reflejo una ilusión o un sueño real; una esfinge Inca, con poder celestial y derroche de polvos cósmicos volaba al ritmo de la nave, nos daba la bienvenida con los mágicos silencios de este hermoso cielo, nos deleitaba con su eternidad y el brillo de su reflejo para sentenciar la valía de esta experiencia culinaria, cultural y espiritual. Lima fue colonial, puerto poderoso del Pacífico, altar sublime de toda la fusión y las milenarias tradiciones de tribus, imperios y suculentas migraciones de japoneses, chinos y el vestigio del poder colonizador español; su gastronomía, sus muy variadas y coloridas producciones agrícolas, propias de sus muchos micro climas, son un canto gregoriano para cualquier comensal dispuesto a vivir, desde la memoria del paladar, toda la riqueza de estas tierras, que valoran y construyen con fortaleza día a día, su identidad y el color de su cultura nacional. Sus ceviches, esa solida fusión de mar y tierra, con todo el sabor y respeto a la pachamama; Lima ciudad de diez millones de habitantes vibra al ritmo del liberalismo, camina con todo su carisma y el brillante retrato de toda su cultura y amabilidad hospitalaria, descarga el peso ancestral, en el retrato de sus tiraditos, causas, chicharrón, lúcumas, choclo, camotes, papas y monumentos civilización sobre civilización, toda su historia y el ADN de su evolución para deleite y placer de sus visitantes.
Para vivir lo Inca había que volar al "ombligo del mundo" Cusco. Capital del imperio Inca y cuna del poder y la civilización pensada, orquestada por el gran Pachacútec. El soroche, mal de altura, se manifestó en el animo de esta alma tropical, casi 3,400 metros sobre el nivel del mar, limitan las respiraciones y ayudan a perpetuar toda la grandeza de los increíbles monumentos y construcciones, invita a invocar la paciencia y la calma, para vivir en la pausa de la secuencia lenta el hermoso colorido de sus vestuarios, el sabor cálido de sus muchas variedades de maiz , y miles de papas. El retrato del lento masticar de su sagrada hoja de coca, el canto místico de su Quechua propio y antiguo, las caricias delicadas del sabor de la alpaca, la textura sublime de sus variedades de frutas y vegetales preñados de color y sabor a tierra ancestral. Mi conciencia occidental vibraba junto a la avaricia de los Pizarros y el ego colonizador, al ver el esplendor y el brillo dorados de catedrales, mansiones y la opulencia del templo de la Compañía de Jesús.
La magia emana de los cielos. El surco de un confortable tren, nos adentraba por lo vasto de los Andes, la inmensa variedad de los suelos y los climas matizaban el retrato de la naturaleza, la pre-comunión con la obra cumbre de los Incas, el templo y centro de desarrollo incaico de Machu Picchu. Al iniciar los pasos sentimos el poder de una de las maravillas del mundo, la bruma de las nubes que nos acariciaban y nos recordaba la gloria de este altar natural, el respeto a los dioses y a la sagrada madre naturaleza. En este laboratorio cósmico y terrenal, donde se desarrollaron terrazas, se ejecutaron conocimientos, se plasmo toda la sabiduría en las inteligentes soluciones en construcción de estructuras y recursos pluviales. Machu Picchu es un espacio místico, un faro de luz y armonía para sentir el silencio, para definir lo verdaderamente importante y trascendental. La montaña con todo su esplendor y magia como camino, renovación con el cambio, invitación a vivir la brisa y toda la sabiduría que brindan esos cielos. Retrato de éxtasis que se percibe en el sentir de los brazos de sus deidades y designios de su mundo creativo, el murmullo tenue de su Logos.
El descenso. La reflexión se vive en el calor del Valle Sagrado, forrados nuestros cuerpos con las caricias delicadas de la vicuña y la baby alpaca, a 10 grados Celsius, surge la fotografía de esta hermosa experiencia espiritual. En la planicie del valle se constata la laboriosidad de estas milenarias sociedades agrícolas, brilla por sus frutos y enorme variedad; el fluir de sus ríos surcando los Andes nos recuerda el tiritar de tambores, el humo esparcido de tantas antiguas presencias humanas en constante evolución, construyendo piedras sobre piedras, conocimientos sobre conocimientos. En estas particulares tierras, vastas de humanidad, aromas, colores, suculentos sabores. Perú es un crucero multicolor por la variedad y diversidad de la vida, una mirada mística a los recónditos del alma, al péndulo del bien y el mal esparcido en sus soles, llamas, alpacas y el breve, pero contundente volumen del lenguaje cultural de sus gentes; Achachila, Alaxpacha!!