Un golpe de estado en pleno 2021 en el centro del poder deliberativo de la democracia más poderosa del planeta. Una nación con una fuerte fractura social que se aísla y pierde el rumbo de su liderazgo global. Este Hitler de nuevo cuño con una soldadesca idiotizada y rabiosa ante la decadencia imperial. Resabia con supremacías raciales, irrumpe la institucionalidad y atenta contra el orden establecido. Sin pruebas para no reconocer los resultados y admitir su derrota. Con mentiras y populismo desde el sabor a demagogia. Este viejo fullero desarrollador de proyectos de perfil narcisista y no democrático interpreta y manipula el sentir de 75 millones de ciudadanos llenos frustración, resentimientos, ignorancia y odio visceral.
El asedio, ataque y breve ocupación del Capitolio, sede del poder legislativo de Estados Unidos, fue un auto golpe. Un acto de sedición de estas hordas dirigidas y orquestadas, tras la arenga maliciosa, por un hombre que ha hecho demasiado daño a su país y a toda la humanidad que anhela, en sus mayorías, continuar con la construcción del mundo libre y la sociedad abierta.
Como aquél perdedor, cabo del ejercito sin trascendencia de origen austriaco, en la primera guerra mundial Adolf Hitler. Este viejo dueño del negocio de miss universo, desde el caos y el desorden, reconstruye aquellos acontecimientos de Múnich. Cosechando intranquilidad y discordia a toda la humanidad. El triste legado de una nación dividida. Un partido republicano secuestrado sin ideología y tufo a tercer mundo. Un liderazgo acéfalo y temeroso de enfrentarle como caldo de cultivo para estos mesías demagogos, populistas y deshonestos.
Estallidos, fractura social y la desgracia de una posible guerra civil están al doblar de la esquina. El reto de las nuevas autoridades, y de todo el liderazgo de la gran nación del norte es inmenso. Procurar reconstruir el contrato social será titánico. Deshacer la impronta hedionda de este jefe de estado de poca cultura, escasa visión y cortedad de miras ante la historia será una labor de sabios. Remover el hedor descarado a la institucionalidad legado por este olímpico deshonesto, de alma escasa en los valores que casi siempre han cimentado el solio y la sociedad del mayor imperio de todos los tiempos será obra de gigantes.
Nancy Pelosi está clara. Estas imágenes dantescas de república bananera como dijo George W. Bush, este daño a la democracia debe tener consecuencias y todo el peso de la ley. Todos estos paniaguados que irrumpieron el orden desde disfraces de Vikingos con metralletas y los ojos brotados de Oxicontin. Tontos útiles con aires trasnochados de supremacía rancia deberán de ser sometidos y juzgados por sus actos de sedición contra la nación. A su líder y agitador mayor, al hitlersito de negocios turbios, y pícaro mala paga habrá de presentarles cargos y enjuiciarle. Este narcisista de mal gusto es un dictador en potencia, solo hay que ver lo que fue capaz, en solo 4 años, en contra de la institucionalidad acumulada de 200 años del coloso del norte. Con la detestable posibilidad – solo falto tiempo y mayor daño a las instituciones del imperio y globales- de ser un posible seguro gestor de crímenes de lesa humanidad. El mundo de hoy, las posibles confrontaciones globales con armas atómicas y de destrucción masiva hacen de este torbellino humano carente de sano juicio un enemigo de la humanidad y el mundo libre. De la mancomunidad de naciones, una estructura imperfecta dada la condición humana, pero que ha costado millones de vidas, lágrimas, sudor y sangre.
El papel norteamericano – nuestro principal socio comercial e impresor de la aún moneda hegemónica el Dólar- en el tablero de la geopolítica mundial requiere de reingeniería y una nueva sabiduría diplomática. El reto es enorme ante la decadencia de los últimos años y esta estocada a la democracia mundial. Múnich y el salto al vacío del noble pueblo alemán se nos enseñorea para recordarnos las lecciones de la historia hace apenas 98 años. No tenemos otro camino. Más libertades, más libre mercado, más democracia con toda la colaboración humana posible a escala planetaria. El mayor progreso en toda la historia de la humanidad, en apenas los últimos 75 años de la post guerra, nos lo confirman. Los Mesías y redentores no son de este mundo.