In Reflexión

LA VOLUNTAD

La voluntad es ese poder de elección con ayuda de la conciencia. Manantial cósmico donde se cuece el accionar. El motor como carne de la experiencia en acción. Esa capacidad de los seres humanos que les mueve a hacer cosas de manera intencionada. En segregación espontanea por la motivación y convencimiento de realizar ese algo. De forma consciente debido al esfuerzo u obligación. La voluntad subyace en toda la obra y creación terrenal, combustible determinante en la grandeza o la derrota de todo el accionar de Homo Sapiens. En cada idea, decisión, en cada gesto brilla desde el pozo sideral de la esencia humana el sello de la voluntad. Actitud de decidir y ordenar la propia conducta. Valor como verbo de los valores que componen el escudo y manantial de la razón y la moral.

No es hasta la filosofía contemporánea específicamente con Kant; que vuelve la voluntad a cobrar prestigio como valor fundamental. A tener arraigo en la conciencia colectiva del primer mundo. Esa capacidad de decisión propia de un ser dotado de inteligencia capaz de autodeterminarse a si mismo desde las ideas. Arthur Schopenhauer en su obra El mundo como voluntad y representación, plantea que es posible acceder al conocimiento esencial del yo, principio metafísico del que deriva la voluntad de vivir. Ese yo que define y nos hace únicos e irrepetibles. Ese yo como alternativa a la vida humana en un constante pendular entre el dolor y el tedio. Schopenhauer planteaba tres alternativas: La contemplación de la vida, la practica de la compasión y la auto-negación del yo; una suerte de nirvana mediante una vida ascética, como alternativa al tedio y dolor. En toda la filosofía de Schopenhauer no existe la cuarta dimensión. Los pujos y vientos celestiales de ninguna deidad u poder superior. Prima la soledad y el equipaje de herramientas de principios y valores, aún siendo un buscador serio y faro de luz. El desierto de sus pugnas materialistas e existenciales con Hegel, de este alemán comerciante volcado a su pasión por la filosofía.

La cuarta dimensión es oxígeno, fortaleza y gozo. Es humildad ante el destino que baraja las cartas; pero la aceptación de que nosotros somos los que las jugamos. Es esa mirada celestial en busca de orientación, poder y esperanza. Esa pausa calmada que expande horizontes, segrega la paz y la serenidad. Es terreno de cielos que inyectan seguridad, donde cesa la presión y la perfección. Es el presente en el aquí y ahora. En armonía y tempo afrutado. Es meditación y oración, con relato o sin él. Es sentir en el descenso de la cabeza a los pies del alma, los interminables horizontes de una fuerza creadora mucho más potente que yo. Subir en acolchadas nubes en un espacio infinito en busca de la sabiduría y la eternidad de los dioses, que por mi condición me es vedada. La cuarta dimensión como almacén para entregar mi vida y mi voluntad. Mi esencia identificada con la caída y el árbol del conocimiento, mi voracidad esencial por la manzana. Descanso para mis sospechosos pensamientos y mi eterno yo mundanal en logos-Dios. Taller de amor y cariño donde mi voluntad es reparada, revestida de inteligencia espiritual con sabor a chocolate y avellanas donde no existe el sufrimiento, se manifiesta la ausencia del dolor. Polvo de estrellas y sombra. Con propósito que no torva en la cuestión; luz en el dilema del hombre de Stratford.

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