In Poesía

MIESES BURGOS FOREVER

Muchos años después sentí la voz de mi niñez esparcida por todo el litoral del Malecón. El recuerdo del tiritar de mi triciclo Fisher-Price irrompible, al subir y bajar el parque Eugenio Maria de Hostos otrora Ramfis, obra magistral del olvidado urbanista  Arquitecto Guillermo González.  Mi frenética batalla por quebrar el ritmo apacible de aquel Santo Domingo. El aroma a sudor de la lucha libre impregnado en cada detalle, en los nudos abandonados de la madera de los columpios, que al subir me permitía ser grande por momento, y divisar la plenitud del horizonte en el mar Caribe. La estatua de Robert Baden-Powell, fundador de los Boy Scout, que me llevaba a soñar con tiendas de campaña y exploraciones cual Indiana Jones. Los inflables multicolores que guindaban por toda la avenida, con el vapor repleto de gozo de los viajes a la playa. Los chimis y el café Benito, con su humarada de sabor por toda la calle presidente Vicini Burgos. Los jugadores de ajedrez por toda la cuadra. Los músicos en practica exhalando todo el sonido de sus exquisitos instrumentos musicales. Los lectores, y el recuerdo de aquel poeta. Vate con garbo que miraba la mar y destilaba los sonetos literarios de Franklin Mieses Burgos, como gotas de rocío sorprendidas por todos los corales del litoral. Aquellos versos de Trópico íntimo:
Ahora, como siempre, en otros paralelos
y en medio de mi isla
subjetiva, buscando la latitud exacta
de un mar definitivo,
donde no sea posible reeditar el aliento
mortal de los monzones
ni el ecuador de hornos que estalla desde el rojo
pulmón de los veranos.

Mieses Burgos, vate dominicano, que nació en diciembre y murió en diciembre. Sembrador de voces:
Caminando al azar por los caminos,
por los muchos caminos distintos de la vida,
voy tirando palabras desnudas en el viento,
como quien va tirando distraído,
semillas de naranja sobre el agua de un río.

Mieses Burgos, orfebre incansable del lenguaje. Desde la isla necesaria, la canción florecida:

Yo sembraré mi voz en la carne del viento
para que nazca un árbol de canciones;
después me iré soñando músicas inaudibles
por los ojos sin párpados del llanto.

Mieses Burgos, Ángel caído y redimido. Escultor de versos. Iluminas el triste mediocre olvido del Malecón y sus parques. La isleña actitud de vivir de espaldas al mar con tu generosa y eterna Imploracíon:
Sin mundo ya y herido por el cielo
voy hacia ti en mi carne de angustia iluminada,
como en busca de otra pretérita ribera
en donde serafines más altos y mejores
harán por ti mas blando y preferible
este mi humano corazón de tierra.

Share Tweet Pin It
Previous PostPULSIÓN HUMANA
Next PostEL INVENTARIO