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RECURSO INTERIOR

Por aquellos tiempos los dioses dormían. Sin brújula perdido en una obscura selva, daba tumbos buscando fuera como un frenético y errático caminante. Necesitó décadas. Machacar en varias ocasiones las mismas piedras para parar. Aceptar que no lo sabia todo. Que requería de orientación. Que precisaba de luz divina para acceder a la sabiduría. Que necesitaba practicar la buena voluntad, esa que destierra la terquedad, que aparta el estiércol nauseabundo del egocentrismo.

Dispuesto. Receptivo como alumno incipiente en el verdadero arte de vivir Jacques le Bon inicio el viaje. Ah las paradojas. Nunca pensó estaba dentro lo que buscaba fuera. El llamado viaje interior que lleva a las profundidades del alma. Al verdadero conocimiento en el propósito de existir. Ignoraba que el insospechado recurso interior estaba accesible al click de un despertar. Un cambio cuántico de matriz simple. Sencillo que requería de actitudes espirituales revestidas de la magia de la humildad. Reconocer, aceptar era el primer requisito para abrir la puerta del paraíso filosófico para saber vivir.

Desde la ignorancia Jacques le Bon emergía ya abierto al cambio. A la nueva buena de refrescarse en la pila bautismal del despertar. Poco a poco. Un día a la vez surcaba el recorrido mítico que le conectaba al chip diosesano. Aquel punto en sus entrañas. Aquel Aleph donde fluían todas las respuestas y segregaciones que producían la armonía. Desde donde brotaba la paz y la serenidad con sabor a presente para enfrentar las pulsaciones cotidianas del ritmo mágico de la vida. Conversaciones con Dios suspiraba Jacques le Bon. Ensayo y error. La vara de los deseos y las expectativas. Dolor como senda con sufrimiento al inicio, como sensor para ver nuevas acciones. Como Whitman frotaba la porosa madera del timón de su barca. Alumno que anhelaba la mística humildad como taquilla para acceder al reino, saboreaba el perfume del Arquitecto Supremo del Universo cuando le permitía asistirle en su caminar. Cuando soltaba el control y se enfilaba en las sórdidas directrices del universo como curso, como materia para la enseñanza como fin mismo. Cuando conjugaba su libre albedrío junto a la orquesta sinfónica del creador del universo.

Jacques le Bon recordaba aquellas reflexiones matutinas del 15 de Enero: "Con el tiempo caí en la cuenta. Yo siempre he tenido la opción de escoger entre lo bueno y lo malo, entre generosidad y egoísmo, entre serenidad y temor". Cargado. empolvado del impenitente ensayo-error sacudía su presente. Sus errores con aciertos como música de drama poblaban el inusitado avance en su conciencia. A la diestra del padre recitaba versos de gratitud. El vertiginoso crecimiento espiritual le frotaba las mejillas como vientos aterciopelados. Siempre parece imposible hasta que se hace reflexionaba Jacques. Gracias señor repetía. Los nuevos retos. Las mismas preguntas con nuevas vertientes y matices se les vertían desde el razonamiento en el prisma de la sabiduría. Su propio concepto de un poder superior sonaba como violines junto a su recurso interior. Sabiendo ya desde el sentir que si hay paz, está Dios. Erguido y de frente junto a su caja de herramientas de principios y valores Jacques le Bon cerró sus ojos con el panorama de los confines ignotos a la razón de esa eterna chispa divina. Chispa que al acoplar con su recurso interior le permite fundirse en el todo eterno universal.

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