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SANGRE EN LA CATEDRAL

Solo hay simpatías y genuflexiones para el becerro de oro. El cromático olor de la isla asfixia, turba la razón y ahuyenta los justos ánimos de los exploradores de nuevos rumbos. Dispuestos a quebrar el nauseabundo orden imperante, hastiados de ese partido-corporación corrompido hasta el tuétano, hartos de ese conglomerado de fascinerosos comunistas, volcados a una concupiscencia, propia de sus resentidos orígenes, mal querer moral y pobreza del alma.

Desde el palacio de la esquizofrenia, con la prístina vista de la catedral primada de América, Agustín Macabro Hipona apuraba sorbos de un aromático café, en compañía de un crocante derretido de queso amarillo. En cada gesto y ademán con su taza, sentía como una película en su cabeza, el aleteo de las palomas del gran día, el día de la solución final a los problemas nacionales. A solo tres días, el gozo de los fluidos corporales y cerebrales le extasiaban, en la majestad de aquel hermoso escenario del prestigio del parque Colón y todo el lirismo arquitectónico del palacio de Borgüella.

El sábado a las 14 horas, harían presencia en el tedeum, todos los encartados en el caso sambabrecht, Agustín como un Santana enjaulado, tenia todo fríamente calculado. El, junto a otros 5 francotiradores, educados en el Opus Dei, para la obra y el fomento del capitalismo en todo el universo, van a acribillar a esos lumpen arribistas uno por uno. Con el firme dolor y el desanimo del triste derrotero que habían tomado sus intereses en la isla, con la impotencia del enorme poder de estos hijos de machepa, encubiertos de la gloria y los dineros del pueblo; tenían clarísimo, el comando por la liberación y puesta en ejecución del sueño Duartiano, que a fuego y dolor; y con las piedras teñidas con toda la sangre de esos degenerados, malditos discípulos del profesor aquél, mal político y buen escritor; que tanto pregonan y alardean; saldrían estas sanguijuelas llenos de temor del poder.

El Sábado, bajo una pertinaz y espiritual lluvia, con el cristo de Fabio Fiallo distraído en el oropel y garbo de las chapeadoras oficiales, desfilando por las gruesas alfombras del tedeum de un rojo de mal gusto; tras un leve silencio, inició la prima opera sangrienta de Agustín. Justo a las 14 horas, en el pasar del brillo del oro y la furia del poder absoluto, retumbaron en toda la ciudad de Ovando, como explosión y sueño de quimera nacional plena, 14 disparos precisos, concisos, contundentes, llenos de furia y deseos concretos de nuevos rumbos. En medio de la confusión y el bullicio; un desconcierto imperante, los gritos y llantos propios de gentes de barrio y pueblo grasiento se esparció por toda la plaza; 14 cadáveres caídos, tiñeron de viscosidad roja, los ladrillos centenarios colocados por Ovando, los cuerpos derramaban sangre a borbotones, yacían los 14 encartados en el caso sambabrech, brotando por todas sus auras, putrefacción del peculado de las arcas nacionales, por todas sus asquerosas bocas y mal paridos pechos.

Los 5 tiradores, junto a Agustín miraban aquella patriótica fotografía con orgullo y temor. Desde los coloniales techos, tenían solo 3 minutos para escapar de la feroz persecución. Todo estaba consumado, un leve murmullo, de las notas musicales de por amor, de Rafael Solano, se esparcía por todo el firmamento colonial, el dedo acusador del navegante de la mar oceánica les señalaba la ruta de escape; tanta sangre derramada destilaba odio; pero también cambio y esperanza. En medio de aquel estupor con sabor a gloria, Agustín miro los cielos, le vino a la mente Rayuela, la hermosa mirada de la Maga con sabor a porvenir….la fotografía de Cortázar dándole un copaso a un Marlboro lo extasío; como la Maga se niega a aceptar lo "aceptable"; sin justicia, sin un Hércules Poirot tropical, como paladín de la verdad; que hacer sino soñar ensangrentados sueños al filo de una aterciopelada almohada, ahh Calderón maldito; es el trópico.

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