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VOX IN EXCELSO

Caminaba por un precipicio sin saberlo. Inconsciente de la transición Hugo de Payns saboreaba ya la realidad de su senectud. Una suma de eventos en su salud instauraron los nuevos tiempos. Mente bandita recitaba Hugo de Payns junto al Dante Alighieri. Distante al mundo real por las circunstancias cuestionaba todo. Un torrente sospechoso de pensamientos ajenos a lugar, tiempo y espacio inundaban su caprichosa conciencia. Su veneración legendaria por La Orden de los Pobres Compañeros de Cristo del Templo de Salomón cobró principalía, una suma de recuerdos de viejas lecturas y hechos del acontecer del hoy se le cruzaban. Se le entremezclaban en una extraña razón atemporal. 

Cuando morí preguntaba Hugo de Payns junto a sus perfectas palpitaciones. ¿Cuando mi querido Jacques Delors?. Estremecido, en un ambiente surrealista miraba el techo taciturno. Los cambios. Una especie de brincar la reja a otro país le marcaba un antes y después. De vuelta a sus inquisiciones imaginó un antiguo tribunal eclesiástico y vociferó a Jacques Delors: La Bula Vox in excelso fue un crimen. Un abuso de marca mayor. El Papa Clemente V, narigoneado por Felipe IV de Francia ordenó suprimir la Orden del Temple Caballeros Templarios. La realidad es que la corona de Felipe IV le debía mucha plata a los templarios. Esos cabrones franceses susurró Hugo de Payns. En un cruce de cables con el presente recordó la inmensa deuda pagada por Haití a Francia para cristalizar su sangrienta independencia. Así mismo la coctelera nauseabunda actual de estos trópicos se enseñoreaba a propósito de la Bula. Banqueros de apuestas, "empresarios" suplidores del estado en contubernio con la peste púrpura eran un purgante de destrozos egocéntricos como Felipe IV. Aquí mi estimado Jacques Delors también serán devorados los caballeros templarios. Borrados del mapa con la fuerza de la Hamaca y el furor de nuestro clima tropical.

En locura con sabrosura. En paz y serenamente Hugo de Payns recordó sus imaginarias andanzas por las primeras cruzadas. Su propósito original de proteger la vida de los Cristianos que peregrinaban a Jerusalén tras su conquista. Con un húmedo recuerdo de la ciudad portuaria de Jaffa Hugo de Payns suspiraba. Vivir loco para morir cuerdo pensaba. Dispuesto. En aceptación divina se entregó a los designios de sus cielos. Pausado junto a la calma. Cortesano de sus tiempos recitó con cordura a Jacques Delors aquellos versos de Jorge Manrique en Coplas por la Muerte de su Padre:

Recuerde el alma dormida
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida
cómo se viene la muerte,
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquier tiempo pasado,
fue mejor.

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