In Reflexión

EL OTOÑO DEL MONARCA

El hombre la medida de todas las cosas. Como separar a este hombre de su impronta en pro de la corona y la grandeza del Reino de España. Como desmentir su patriotismo y su desvelo por las libertades e insertar a España en el mapa de las naciones desarrolladas. Como ignorar su profundo entendimiento de su protagónico rol histórico en la transición de la España post franquista.

Ser el Rey de todos los españoles como sucesor de Franco y liderar aquél giro. Sobre la base de los cimientos para el desarrollo creados por la dictadura. Desde la unidad de todos. Distante observando el jardín, rol de la Corona, promoviendo el entendimiento desde los pactos de la Moncloa de todas las fuerzas vivas del Reino de España. Izquierda, derecha y centro en pro de una agenda común. Puntos luminosos donde todos son españoles y empujar la carreta al unísono. De esa energía, de esa constelación de voluntades el protagonista fue el Rey Juan Carlos I. Su compromiso con la democracia y las instituciones -aquella foto legendaria en el parlamento como comandante en jefe de los ejércitos y jefe de estado habla más que mil palabras en aquél intento de escaramuza de golpe- tienen su sello en la inserción de España en el concierto de naciones civilizadas.

La España fragmentada de la guerra, aquél feudalismo inoperante de siervos y señoritos. El dolor y la sangre fruto de todo régimen de fuerza. La visión y el ego histórico de Francisco Franco con su alto precio a la libertad y la diversidad. El poder monolítico de la voluntad del caudillo para unificar el reino. Promover las bases para el desarrollo e imponer lo español. La razón de estado de Franco como hombre de sus tiempos.

Juan Carlos hubo de hilar fino. Protagonizar una  transición pacífica llena de escollos, pugnas e intereses encontrados. Repleta de diferencias y agendas contrapuestas con la visión del rumbo a seguir. Su compromiso con el progreso, el desarrollo, las libertades, el capitalismo y el respeto al sistema de monarquía parlamentaria están ahí. Nunca antes estuvo mejor España que en su largo reinado.

Que frágil la condición humana. Si bien es cierto que la actual izquierda española es mezquina, populista y busca culpables para enrostrar sus fracasos. Promueve circos mediáticos para quitar focos a su inoperante y desastroso ejercicio del poder. Empuja con deseos y resentimientos la institución monárquica hacia precipicios. Menosprecia los hechos y la realidad como aquella tontería de borrar la historia exhumando los restos del caudillo del Ferrol en el Valle de los Caídos. La conducta del Rey emérito en sus capítulos finales es triste.

La formulación dialéctica negativa atenta contra la tradición planteó Theodor Adorno. Un nuevo fantasma de nacionalismo y populismo se cierne sobre todo el panorama Europeo y el mundo. Las imágenes valen más que las ideas. La sociedad del espectáculo impera, nada es nada al click de las redes. Amoríos, corrupción, celos repletos de vacíos y soledad. Los últimos instantes. La pasión y el deseo que campea sobre la razón.

La mancha humana que aludía Philip Roth en la postrimería de un gran servidor público. Pero pésimo ejemplo de cabeza de familia y triste célebre glande alegre. Los mortales reclaman a sus reyes la perfección que la vida les regatea.  Los aparentes párrafos finales de este Borbón con sabor a caída, trópicos con el asfixiante calor de Casa de Campo o dictadura de beduinos Árabes. El inventario final con la mancha, la desdicha de que la codicia y las bajezas propias de todos los mortales le arrebate la grandeza y la gloria de la eternidad.

Réquiem majestad. El tiempo el inexorable, y el paso de las pasiones pasajeras dejarán ver claro los reales daños y el peso de sus acciones a la Corona. La historia lo absolverá o condenará. Como todo hombre de poder y buen discípulo de Franco de sus versos finales será el canto de su alma en sus luchas entre el bien y el mal. No soy quien para juzgarlo. Más bien quedan vestigios de mi admiración por su patriotismo y sentido de la responsabilidad. Faldas y amor al becerro de oro siempre han acechado a las casa reales. Aunque el hombre no es como empieza, sino como termina. Viva el Rey! Viva España!

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