Santiago Carrillo Ibáñez suspiraba dolor, frustración en cada bocanada a su Ducados. El periódico de la mañana le agobiaba, el surrealismo del rumbo de su amada España le atormentaba en cada célula; en el aire de confusión general de los destinos de la nación. Iglesias y su Podemos, fotografía maldita del populismo y la vuelta al folclore del tercer mundo. Los nacionalismos, tontos y aberrantes, en tiempos de unión y competencia feroz. El mundo; que gira y enloquece en busca de su verdad, a los pies de su autodestrucción, frágil y sin timoneles esenciales. Carrillo tomó Café y 6 crujientes galletas María, el olor del …









