Imponente desde la ventana del hotel, sonreía repleta de siglos la catedral de Colonia. Los arboles despoblados, con su elegante desnudez propia del invierno, surcaban los cielos de manera sencilla, con toda la timidez de su regia presencia. Siglos después de ser villa romana, santuario francés, yergue en la rivera del Rhin esta hermosa ciudad alemana, con un método de orden y progreso esparcido en cada detalle, en cada nota musical en su moderno Kõlner Philharmonie, en las creaciones gastronómicas del delicado Maibeck, preñado de las brisas del rio, un santuario al paladar de la poca difundida cocina alemana. El sentir de la raza aria, …