Con el embrujo del crocante sabor de un alfajor Havanna divisé los cielos de Palermo. Justo a las puertas del zoológico una especie de Aleph con proporciones de babel tiritaron por todos mis pensamientos. Presumí de sentir el suave olor a lavanda de toda aquella biblioteca. Una explosión de existencialismo brotó de los místicos cielos del Palermo bonaerense.
Mi incapacidad como humano de enfrentarme a la eternidad, mi memoria mucha veces selectiva; mi quimérico museo de formas inconstantes y aquél montón de espejos rotos brillaron por todo el firmamento. Me pregunto con Borges quién soy. Me cuestiono cambiará el universo pero yo no. Soy un …









