Androcles Rubirosa González suspiraba. Mares embravecidos surcaban por todo su hipotálamo. Metáforas de espumas batidas como hojarasca de ideas fluían por todo el ramal cerebral. Antes de dormir había concluido la lectura de Moby Dick. Volver a leer a Herman Melville desde sus 50 años, y en medio de una pandemia con las prioridades claramente establecidas le era especial. Aquella caza de la Ballena era mucho más que la ruda faena de pescadores de Cetáceos. Mas bien era una especie de teatro navegante de la condición humana. Personajes como quirúrgicos retratos a lo Shakespeare de orden universal y un tempo atemporal. Fotografías literarias de las …