Por aquellos tiempos los dioses dormían. Sin brújula perdido en una obscura selva, daba tumbos buscando fuera como un frenético y errático caminante. Necesitó décadas. Machacar en varias ocasiones las mismas piedras para parar. Aceptar que no lo sabia todo. Que requería de orientación. Que precisaba de luz divina para acceder a la sabiduría. Que necesitaba practicar la buena voluntad, esa que destierra la terquedad, que aparta el estiércol nauseabundo del egocentrismo.
Dispuesto. Receptivo como alumno incipiente en el verdadero arte de vivir Jacques le Bon inicio el viaje. Ah las paradojas. Nunca pensó estaba dentro lo que buscaba fuera. El llamado viaje interior que …