Jadean como perros celosos. Punzantes se estrujan con violencia. Del piso gimen en la dureza junto a su mecánica celestial. Carnosidad de fibras en cada entrada sudorosa. Tras el brote el silencio. Una ducha y, un cigarrillo. Se cambian, se peinan junto a caricias de colonia 4711. Vuelven volviendo a ser lo que no son. Llegan al estadio con sus cabezas cercenadas como rebaño. Vibrantes, la voluntad unísona de las masas tomó posesión. Líquidos como la sociedad brincaban y balbuceaban como vísceras de mercado. El mundo digital les secuestraba. Creyendo estar más que ser. Sin decidir nada, fluían en la más sórdida burbuja de estupidez. …