Era una dorada mañana. Malá Strana con sus señoriales calles daba los buenos días al alquimista de Villacon Pancracio Hermes Avicena. La noche antes, Pancracio ya había sentido la majestad imperial de la bohemia al cenar en el legendario U Modre Kachnicky. Un derroche gastronómico de exquisiteces de los cotos de caza de las afueras de Praga. En menos de 24 horas estaba listo para el homúnculo; creación de luz eterna.
La visita de Pancracio Hermes Avicena se debía a una invitación universal de alquimistas – en el mayor silencio y anonimato posible- al simpósium de alquimistas en el museo Speculum Alchemise de la ciudad …